OP
Llega el momento en la vida de cada adolescente, que un día, normalmente cuando acaba el curso, justo cuando más disfruta de la vida, en el que sus padres deciden que es el momento que crezca.
En ese día, una apacible mañana de sol, tu padre llega a tu casa, cargado de bolsas y te suelta:
-Vamos a hacer una cosa que te va a encantar. ¡Vamos a hacer croquetas!
Y tu te quedas pensando: <Ah, vale, esto a mi me “encanta”> Pero no puedes hacer nada, así que vas a ayudar a tu padre a la cocina.
Como en una fábrica, los empleados (tu padre y tú), empezáis a trabajar en cadena. Es decir, tu padre hace las bolitas, y a ti te toca el trabajo sucio, para pringarte las manos. Te quitas las 50 pulseras que llevas, y comenzáis a hacer bolitas. Tu padre pone la radio, y no se le ocurre otra cosa, que poner música clásica.
Te estas durmiendo, y tus manos tienen una capa de 50 cm de harina y pan rallado. En ese momento llega tu hermanita. Y empieza a corretear entre tus piernas, a llevarse a la boca todo lo que encuentra y a gritar como una loca.
Entonces se queda mirando a tu padre y dice: <Papá, ¿por qué estáis haciendo “caquitas” tú y la hermana?> Y a ti te da la risa floja. Tu padre decide que ya es momento de sacar a tu hermanita de la cocina, y tu aprovechas para poner los 40 principales en la radio.
Tu padre vuelve y seguís modelando “caquitas”. Te preguntas cuantas llevarás ya, y te das cuenta de que aun quedan dos platos y medio de masa.
Media hora después, queda solo plato y medio. Se te van a caer las manos, pero tu sigues, dura, haciendo croquetas. En la radio, tras 20 minutos de anuncios (quieras que no, son los 40 ¬¬) ponen a Fito. Empiezas a cantar a toda voz <Ahora sí, parece que ya empiezo a entender... > Tu padre te grita que te calles, pero tu, entre el pan rallado y la harina que te han llegado al cerebro, la verdad es que no piensas. Tu padre se cabrea y le pega un tirón al enchufe. Adiós música.
Tres horas después, llega el ansiado momento de la última croqueta. La colocas con cuidado sobre el quinto plato, deseando que no se caiga... ¿y que es lo que hace? Exacto, se cae.
Un rato más tarde, tu padre decide que es momento de irse, y te dice <Límpialo todo, y ponlo en condiciones, que cuando venga mamá, no nos regañe> Tienes harina hasta en las cejas (sin exagerar) pero consigues apañártelas para limpiar tooooda la cocina. Estas feliz, de nuevo.
Sales y recuerdas aquello de no dejar el insecticida al alcance de los niños. Dudas que tu hermana haya dejado algún bicho vivo. Y mientras luchas por sobrevivir a la amenaza bacteriológica que se ha instalado en el aire, oyes a tu querido padre diciendo.
-¡Nena, mete las croquetas al frigorífico!
Tu cabeza está abotargada (la mezcla de insecticida, harina y pan rallado no es buena, os lo digo yo), pero cuando abres el frigorífico, atestado de cosas te preguntas:
-¿Y dónde co*** meto yo los 20 kg de croquetas?
Y, amigos, esa sí que es una verdadera Pregunta sin Repuesta.
En ese día, una apacible mañana de sol, tu padre llega a tu casa, cargado de bolsas y te suelta:
-Vamos a hacer una cosa que te va a encantar. ¡Vamos a hacer croquetas!
Y tu te quedas pensando: <Ah, vale, esto a mi me “encanta”> Pero no puedes hacer nada, así que vas a ayudar a tu padre a la cocina.
Como en una fábrica, los empleados (tu padre y tú), empezáis a trabajar en cadena. Es decir, tu padre hace las bolitas, y a ti te toca el trabajo sucio, para pringarte las manos. Te quitas las 50 pulseras que llevas, y comenzáis a hacer bolitas. Tu padre pone la radio, y no se le ocurre otra cosa, que poner música clásica.
Te estas durmiendo, y tus manos tienen una capa de 50 cm de harina y pan rallado. En ese momento llega tu hermanita. Y empieza a corretear entre tus piernas, a llevarse a la boca todo lo que encuentra y a gritar como una loca.
Entonces se queda mirando a tu padre y dice: <Papá, ¿por qué estáis haciendo “caquitas” tú y la hermana?> Y a ti te da la risa floja. Tu padre decide que ya es momento de sacar a tu hermanita de la cocina, y tu aprovechas para poner los 40 principales en la radio.
Tu padre vuelve y seguís modelando “caquitas”. Te preguntas cuantas llevarás ya, y te das cuenta de que aun quedan dos platos y medio de masa.
Media hora después, queda solo plato y medio. Se te van a caer las manos, pero tu sigues, dura, haciendo croquetas. En la radio, tras 20 minutos de anuncios (quieras que no, son los 40 ¬¬) ponen a Fito. Empiezas a cantar a toda voz <Ahora sí, parece que ya empiezo a entender... > Tu padre te grita que te calles, pero tu, entre el pan rallado y la harina que te han llegado al cerebro, la verdad es que no piensas. Tu padre se cabrea y le pega un tirón al enchufe. Adiós música.
Tres horas después, llega el ansiado momento de la última croqueta. La colocas con cuidado sobre el quinto plato, deseando que no se caiga... ¿y que es lo que hace? Exacto, se cae.
Un rato más tarde, tu padre decide que es momento de irse, y te dice <Límpialo todo, y ponlo en condiciones, que cuando venga mamá, no nos regañe> Tienes harina hasta en las cejas (sin exagerar) pero consigues apañártelas para limpiar tooooda la cocina. Estas feliz, de nuevo.
Sales y recuerdas aquello de no dejar el insecticida al alcance de los niños. Dudas que tu hermana haya dejado algún bicho vivo. Y mientras luchas por sobrevivir a la amenaza bacteriológica que se ha instalado en el aire, oyes a tu querido padre diciendo.
-¡Nena, mete las croquetas al frigorífico!
Tu cabeza está abotargada (la mezcla de insecticida, harina y pan rallado no es buena, os lo digo yo), pero cuando abres el frigorífico, atestado de cosas te preguntas:
-¿Y dónde co*** meto yo los 20 kg de croquetas?
Y, amigos, esa sí que es una verdadera Pregunta sin Repuesta.
Última edición: